sábado, 11 de abril de 2009

Taller de Crecimiento: 5.- 12 aspectos que pueden subir tu autoestima

1) Haz un inventario de tus cualidades personales.

2) Arréglate, vístete bien, no importa la ocasión, siempre es bueno y sobre todo piensa que lo haces primero por ti, porque lo vales.

3) Lee libros de enriquecimiento y de superación profesional.

4) Asiste y escucha conferencias motivacionales.

5) Emprende algo, inicia un proyecto.

6) Pertenece a un club de personas positivas.

7) Reúnete con personas entusiastas.

8) Escribe una lista de tus victorias y éxitos pasadas y léelas con frecuencia.

9) Evita ver películas de terror, suspense o violencia.

10) Habla en público, dicta conferencias.

11) Aprende del fracaso.

12) Haz algo por alguien.


Te aseguro que, si practicas diariamente, por lo menos cinco de estos puntos, tu calidad de vida mejorará de una manera extraordinaria.

Recuerda que la madre de toda habilidad es la práctica.

No tengas miedo al fracaso; éste suele aportamos información muy valiosa en las diferentes opciones de mejora que nos presenta.

Taller de Crecimiento: 4 Tu identidad (2)

Ahora ya sabes que el poder de tu iden­tidad es enorme, pero ¿qué pasaría si no estuvieras de acuerdo con tu propia identidad?, ¿Qué tal con la identidad de "soy gordo o gorda", "soy un enfermo terminal", "soy un metepatas" o “soy un fumador empedernido”? Nada agradable, ¿no?
Pues si conseguiste escribir justificaciones para ese tipo de identidades, tengo que decirte que, afortunadamente, estás equivocado. Y, mira que digo estás equivocado, y no te digo que eres un equivocado. Porque la diferencia entre ser y estar es abismal.

Cuando decimos ser esta­mos hablando de nuestra identidad, pero, cuando decimos estar, tan sólo describimos parte de nosotros, pero eso no es todo lo que somos.

La fuerza que ejercen las pa­labras sobre la construcción de nuestra vida, de nuestra propia identidad, es más grande de lo que te imaginas. Por eso debes cuidar tus creencias.

AUTOESTIMA

La autoestima es la clave más importante para lograr el éxito en los dife­rentes campos de nuestra vida.

Tener una alta autoestima implica:

1) Confianza en nuestra capacidad de pensar y de afrontar los desafíos básicos de la vida, y...

2) Confianza en nuestro derecho a ser felices, al sentimiento de ser dig­nos, de merecer, de tener derecho a afirmar nuestras necesidades y a gozar de los frutos de nuestros esfuerzos.

Una de las principales fuentes de la angustia existencial es cuando nos valoramos a nosotros mismos con respecto a los demás.

La autoestima es un juicio definitivamente personal de dignidad que se expresa en las actitudes de uno hacia sí mismo.

Por un lado, la familia perfecta no existe. Siempre se presentan ciertos padecimientos neuróticos en el núcleo familiar: el trastorno obsesivo-compulsivo, la depresión, delirios de grandeza, etc. Por otra parte, al salir de casa nos topamos con una gran cantidad de personas; muchas de ellas también presentan cuadros neuróticos e incluso podríamos encontrar varios sicóticos.

Todas estas personas influyen o han influido de alguna manera en nuestra autoestima.

La auto estima lo que nos fortalece ante cualquier desafío.

Uno de los mayores errores que podemos cometer es valorarnos con respecto a otros. Hacerlo merma nuestra autoestima, genera ansiedad y dolor.

Las columnas que mantienen nuestra autoestima son dos: Autoeficacia y Autodignidad. La primera se refiere a la confianza que tenemos en el funcionamiento de nuestras capacidades men­tales como pensar, facilidad de palabra, cálculos matemáticos, cúmulo de conocimientos, etc. Por otra parte, la autodignidad se refiere a la seguridad de mi propio valor siendo una actitud afirmativa hacia mi derecho de vivir y ser feliz.

Existen varias estrategias para incrementar nuestra autoestima, sin embar­go, la más importante de todas ellas es creer en uno mismo.

¿Por qué necesitamos autoestima? Pues por una gran razón: el ser humano, pro­piamente humano, tiene conciencia (capacidad de discernir) y responsabilidad, y aquí la autoestima es fundamental porque es la única manera de mantener encendida por más tiempo la luz de nuestra conciencia que, para sorpresa de muchos, podemos apagar a voluntad.

¿Cuántas ocasiones sabes de antemano que aquello que vas a hacer está mal?, ¿o que no te conviene, o te hace daño? Muchas, ¿verdad? Entonces, ¿por qué a pesar de ello lo haces? Pues porque tú mismo puede apagar la luz de tu conciencia a voluntad

Pero, recuerda que la verdadera autoestima se fundamenta en ti mismo, no en los bienes materiales alrededor de tu persona.

La auténtica autoestima es una íntima experiencia que habita en uno mismo, y nadie en el mundo puede ni debe decirnos cuánto valemos.

Tú eres más grande que tus problemas.

La fuente principal de la autoestima es el Conocimiento. Quien más sabe, mayor autoestima experimenta.

Además, existen otras fuentes directamente involucradas en nuestra autoesti­ma: la integridad del Ser, la conciencia, la voluntad de ser eficaz y, muy impor­tante, "el distanciamiento estratégico". Entiéndase por distanciamiento estratégico la prudente e inteligente distancia que debe existir entre ti y tus problemas.

Repite siempre:

Yo Soy más grande que mis problemas

Escríbelo con letras grandes y colócalo en un lugar donde diariamente los puedas leer. Los resultados de esta autosugestión son for­midables.

El paso definitivo: iniciar la acción concreta para obtener los resultados.

"No subordine su conciencia a sus deseos".

"Acéptate tal cual eres". La autoaceptación es la clave del concepto. Está bien que siempre queramos mejorar, pero eso no implica sufrir por nuestro estado actual. Por supuesto que puedes cambiar. Recuerda que siempre puedes cambiar tu propia identidad, pero no padezcas por tu estado actual.

Y, sobre todo, no apoyes tu valía tan sólo en tu físico.

Taller de Crecimiento: 3.-Tu identidad (1)

¿Quién eres? ¿Realmente sabes quién eres?

Es muy importante que te plantees esta pregunta, porque de lo que tu creas que eres, depende lo que tú eres.

A pesar de que somos seres humanos fundamentalmente espiri­tuales con un componente material, a un nivel más tangible, necesitamos responder a una identidad personal, no tan sólo a una identidad genérica. Y es tan importante la fuerza de nuestra propia identi­dad, que en base a ella nos comportamos.

Supón que te propongo realizar un crimen. Me imagino que habrás respondido que no, a no ser que seas un criminal, pero, ¿qué contestaría una persona con la convicción de que es un criminal? Pues, seguramente: “¿Qué hay que hacer? ¿Cuánto gano yo?”

Es enorme la fuerza que opera en nosotros cuando nos identificamos con alguien o con algo. Esa fuerza es la que nos lleva a actuar en consecuencia.

El ser humano siempre actúa en consecuencia a la identidad que percibe de sí mismo.

Cuando sentimos que alguien nos ofende, es momento de pensar que no es posible que nada ni nadie nos ofenda, lo único que sucede es que esa persona que nos grita y que intenta ofendernos, simplemente está haciendo lo propio de la persona con la identidad con la que se identifica. Lo cual, es un asunto suyo personal y no le confiere ningún poder en absoluto sobre nosotros.

Nuestro nacimiento, inicia una larga etapa para poder identificamos con nosotros mismos y actuar en consecuencia. Es posible que existan factores genéticos que nos favorezcan para tal o cual identidad, pero, ello tan sólo favorece, no determina.

¿Quién eres realmente? ¿Quieres saberlo?

Te propongo un ejercicio. Toma papel y lápiz, asegúrate de que nadie te va a molestar y disponte a escribir.

¿Quién eres? Haz una lista detallada de todas las características que te hacen ser tú. Tus cualidades, tus defectos, tus anhelos, tus desengaños, todo tú. (Hazlo y después sigues) Ej.: Soy simpático, soy bondadoso, soy optimista, soy vanidoso…

Bien. Una vez que tengas tu lista de quién eres, te voy a pedir que amplíes la información. Vas a listar todos tus comportamientos que avalan y demuestras lo anotado anteriormente, es decir, si has puesto “soy una persona alegre”, tienes que darme todas las acciones de tu vida que avalan esa característica.

Hazlo, verás que para algunas cosas encuentras más avales y demostraciones, son aquellas que verdaderamente eres.

Te aseguro que vas a aprender mucho de ti hoy.

El escorpión y la rana

Se encontraba un escorpión merodeando por el bosque, cercano a un río. Tenía la necesidad de cruzar el río pero, como sabes, los escor­piones no pueden entrar al agua porque mueren. Entonces, mientras el escorpión iba acercándose al río observó a lo lejos a una rana. Se acercó a ella y la saludó:

"Buenas tardes, Sra. Rana".

La rana se sorprendió al verlo y empezó a temblar de miedo.

"Buenas tardes, escorpión. Por favor, aléjate de mí".

"¿Qué le pasa, Sra. Rana? ¿Por qué me teme? Sé que mi fama no es muy buena, pero yo sólo vengo a pedirle un favor".

La rana, temerosa, le preguntó:

"¿Qué deseas, en qué te podría servir yo?".

''Necesito cruzar el río. Del otro lado se encuentra mi familia, mi esposa y mis cinco adorados hijos, tengo que verlos, creo que me necesitan. Pero, si me lanzo al río, moriría irremediablemente, y es por ello que le pido que me ayude a cruzar, yo me subo en su dorso y una vez del otro lado no la volveré a molestar. ¿Me ayuda?".

La rana, ante esa historia, dudó. Reflexionó que el escorpión no le podría hacer daño ya que si ella moría a la mitad del río, él mismo se estaría suicidan­do. Aún temerosa, respondió:

"Vamos, lo llevo".

Y así fue. El escorpión subió al dorso y juntos se adentraron en el río. Pero para sorpresa de la rana, a la mitad del río, el escorpión ¡clavó su aguijón en ella inyectándole su veneno!. La rana empezaba a morir y, sin embargo, alcanzó a decir unas palabras:

"Pero, escorpión, ¿por qué lo haces?, me estoy muriendo y ahora tú tam­bién te vas a morir, ni siquiera podrás ver a tu familia. ¿Por qué lo hiciste?, ¡por qué!".

El pequeño vivíparo, con una gran tranquilidad y con una voz grave, respondió:

"Por que soy un escorpión y eso es lo que hacemos los escorpio­nes”.

El cambio del águila

Ejercicios de Relajación 1

UNO

Acostados, boca arriba con los brazos y piernas estirados y las palmas de la mano hacia arriba. Cerramos los ojos e intentamos poner la mente en blanco, no pensar en nada.

Realizaremos respiraciones profundas lentamente, y en la expiración, mientras que echamos el aire diremos, mentalmente, las siguientes palabras. Cada una de ellas se dirá hasta veinte veces antes de pasar a la siguiente.

1º Estoy tranquilo
2º Estoy tranquilo + estoy pesado - (Por partes del cuerpo)
3º Estoy tranquilo + estoy caliente – (Por partes del cuerpo)
4º Estoy tranquilo

Una vez hecho esto abriremos los ojos lentamente y nos levantaremos con cuidado.

A que estás más relajado ;).

OTRO

Seguir los siguientes pasos:

1º Sentarse o estirarse en silencio en una postura cómoda
2º Cerrar los ojos
3º Relajar a fondo todos los músculos del cuerpo dejándolos "sueltos", apoyados en la superficie donde nos encontremos, como si tuviéramos la sensación de que esa parte nos pesara más de la cuenta
4º Empezar por los pies, pensar que nos están pesando, que se apoyan libremente sobre el sofá, cama, etc., avanzar lenta y progresivamente esta sensación de pesadez con el resto del cuerpo: las piernas, las manos, los brazos, el abdomen (sentir que toda la espalda se apoya relajadamente sobre la superficie donde nos encontremos) y así hasta los músculos de la cara. Mantenerlos relajados.
5º Respirar por la nariz. Tomar conciencia de la respiración. Al aspirar, decirse a sí mismo la palabra "uno", luego "dos", y así progresivamente. Respirar con naturalidad, no profundamente.
6º Continuar durante diez a veinte minutos. Pueden abrirse los ojos, para comprobar el tiempo, pero no utilizar un despertador ni un sistema de alarma. Al terminar, permanecer sentado durante algunos minutos más, primero con los ojos cerrados y después abiertos. No levantarse hasta que hayan pasado algunos minutos.
7º No preocuparse por conseguir un nivel de relajación profunda. Mantener una actitud pasiva y dejar que la relajación se presente según su propio ritmo. Si aparecen pensamientos perturbadores, debe intentar ignorarlos no ocupándose de ellos y volviendo a repetir "uno". Con la práctica, la respuesta sobrevendrá sin apenas esfuerzo. Debe practicarse esta técnica una o dos veces al día, pero no durante las dos horas siguientes a una comida, porque los procesos digestivos interfieren en el surgimiento de la respuesta relajante.