lunes, 13 de abril de 2009

Voluntad de acero - Oscar Pistorius

No hay nada que pueda impedir que consigas tus metas.

Adelgazar 1.- ¿Estás convencido de que quieres perder peso?

La pregunta parece estúpida, pero, sin embargo, es obvia, ya que, al igual que afirmamos que si quieres puedes, la misma afirmación implica que si no quieres, no podrás jamás, ya que los únicos milagros que existen son los que tú eres capaz de realizar.

“¡Pues, claro que quiero, dirás, si no, no estaría leyendo esto!”

La cuestión es que, si quieres estar esbelto y estás gordo, hay una parte de tu subconsciente que no está de acuerdo contigo en todo…

La medicina ha interpretado que la manera de comer del obeso responde a algún tipo de debilidad. Ello propicia la aparición de drogas que actúan sobre el sistema nervioso central quitando el apetito, o anulando en apariencia la sensación de hambre.

Sin embargo, cuando se abandona la dieta y las pastillas, se vuelve a recuperar peso, vuelve la ansiedad y, lejos de mejorar la calidad de vida, empeora.

Cualquier tipo de cambio que quieras producir en tu vida, necesita de aceptación y decisión, es decir, debe provenir de tu interior, de tu férrea voluntad de mejorar.

Sin tu aprobación, no hay dieta ni cursos que te adelgacen. La magia, aquí, está solo en ti.

Como hemos visto en otros espacios, tu subconsciente posee múltiples subpersonalidades que son las que determinan los hábitos, es decir, las costumbres arraigadas en nuestras convicciones. Cada una de ellas, se originó en un momento de tu vida, como reacción a algún acontecimiento, a algún mandato, etc., dando lugar a una manera de actuar y reaccionar ante determinados impulsos.

Hagamos un primer ejercicio:

¿Cuánto sabes de ti?

Toma papel y lápiz y busca un lugar cómodo donde nadie te moleste, apaga tu móvil y cualquier otra cosa que pueda interrumpirte, porque vas a trabajar para suministrarle información a tu subconsciente.

Siéntate cómodamente, haz tres respiraciones lentas y profundas y recuerda algún momento de cuando eras niño (si tienes una foto, puedes inspirarte mejor en ella), vas a centrar tus recuerdos en esa época.

Haz una lista de todo lo positivo que viene a tu mente de esa época. No tengas prisa. Anota todo lo que te venga a la cabeza y te produzca buena sensación. Palabras, situaciones, momentos, sentimientos, comentarios, todo lo que te venga a la mente y fuera positivo para ti en esa época.

Bien, esto ha sido agradable ¿no?

Ahora reserva a un lado ese papel y toma otro para realizar una nueva lista.

Nuevamente toma tres respiraciones lentas y profundas y centra tu recuerdo en ese momento de tu vida. Intenta identificarlo lo más vívidamente posible, recordando, si es posible, olores, colores, sensaciones, vivencias, ...

En el nuevo papel elabora una lista de todo lo negativo que recuerdes de esa época. Posiblemente, escribir esas cosas te despierte cierto enfado y mala disposición, mejor, escribe lo que sientes. Recuerda comentarios desagradables (“el plato lo quiero limpio” “cómetelo todo, con la de niños que hay muriéndose de hambre y tú despreciando la comida” y cosas así), otras experiencias desafortunadas, pero, recuerda que estamos buscando tu relación con el peso y con la comida, no nos importan, de momento, otras experiencias, a no ser que tengan relación directa con tu reacción con la comida.

Bien, ahora dispones de una información valiosísima. Analiza cada una de las hojas con detenimiento (puedes ampliar su contenido, si te vienen a la mente nuevas sensaciones de la época, en relación a la alimentación y a tu relación con la comida), lo más probable es que encuentres un montón de indicadores que detonaron alguna de tus actuales conductas relativas a la comida.

Ahora tienes un conocimiento más exhaustivo de una parte muy importante de ti. Más adelante veremos qué hacer con esa información.

De momento, te propongo un juego que te va a gustar:

Tienes ante ti dos papeles parecidos en la forma, pero muy diferentes por sus contenidos. Una vez hayas meditado y analizado lo que has escrito, toma la hoja de papel con las notas negativas y vuelve a leerla.

¿No te gustaría romperla? Hazlo, retuércela, muérdela, rómpela, hazla trocitos.
Ahora, recoge todos los trocitos, arrójalos a la taza del baño y tira de la cadena. Observa cómo desaparecen tus malas sensaciones. Se las lleva el agua…

Ahora, relájate, respira hondo y toma la hoja de papel con la nota positiva y adórnala. Pásalo a limpio, si te apetece, perfúmalo, ponle un lazo…, cualquier cosa que te apetezca y que lo haga bonito. Puedes guardarla en tu rincón favorito y releerla cuando te parezca.

Zanahoria, huevo o café

El oro para ser purificado debe pasar por el fuego, así como el ser humano necesita pruebas para pulir su carácter. Pero lo más importante es: ¿Cómo reaccionamos frente a las pruebas?

Una hija se quejaba a su padre acerca de su vida y cómo las cosas le resultaban tan difíciles. No sabía cómo hacer para seguir adelante y creía que se daría por vencida. Estaba cansada de luchar. Parecía que cuando solucionaba un problema, aparecía otro.

Su padre, un chef de cocina, la llevó a su lugar de trabajo. Allí llenó tres ollas con agua y las colocó sobre fuego fuerte. Pronto el agua de las tres ollas estaba hirviendo. En una colocó zanahorias, en otra colocó huevos y en la última colocó granos de café. Las dejó hervir sin decir palabra.

La hija esperó impacientemente, preguntándose qué estaría haciendo su padre. A los veinte minutos el padre apagó el fuego. Sacó las zanahorias y las colocó en un recipiente. Sacó los huevos y los colocó en otro. Coló el café y lo puso en un tercer recipiente.

Mirando a su hija le dijo: "Querida, ¿qué ves?". "Zanahorias, huevos y café", fue su respuesta. La hizo acercarse y le pidió que tocara las zanahorias. Ella lo hizo y notó que estaban blandas. Luego le pidió que tomara un huevo y lo rompiera. Luego de sacarle la cáscara, observó el huevo duro. Luego le pidió que probara el café. Ella sonrió mientras disfrutaba de su rico aroma.

Humildemente la hija preguntó: "¿Qué significa esto, padre?". Él le explicó que los tres elementos habían enfrentado la misma adversidad: ¡agua hirviendo!, pero habían reaccionado en forma diferente. La zanahoria llegó al agua siendo fuerte y dura. Pero después de pasar por el agua hirviendo se había vuelto débil, fácil de deshacer. El huevo había llegado al agua siendo frágil. Su cáscara fina protegía su interior líquido. Pero después de estar en agua hirviendo, su interior se había endurecido. Los granos de café sin embargo eran únicos. Después de estar en agua hirviendo, habían cambiado al agua.

"¿Cual eres tú?", le preguntó a su hija. "Cuando la adversidad llama a tu puerta, ¿cómo respondes?. ¿Eres una zanahoria, un huevo o un grano de café?"

Y hoy te lo pregunto yo a ti... ¿Cómo eres tú, mi querido amigo?. ¿Eres una zanahoria que parece fuerte pero que cuando la adversidad y el dolor te tocan, te vuelves débil y pierdes tu fortaleza?. ¿Eres un huevo, que comienza con un corazón maleable. Poseías un espíritu fluido, pero después de una muerte, una separación, un divorcio o un despido te has vuelto duro y rígido?. Por fuera te ves igual, pero... ¿eres amargado y áspero, con un espíritu y un corazón endurecido?. ¿O eres como un grano de café?. El café cambia al agua hirviente, el elemento que le causa dolor. ¡Cuando el agua llega al punto de ebullición el café alcanza su mejor sabor!. Si eres como el grano de café, cuando las cosas se ponen peor... ¡tú reaccionas mejor! y haces que las cosas a tu alrededor mejoren. ¿Cómo manejas la adversidad?. ¿Eres una zanahoria, un huevo o un grano de café?. Piénsalo...

Pigmalión y Galatea

El escultor chipriota Pigmalión era un hombre solitario, que no quería comprometerse con ninguna mujer. Un día comenzó a esculpir la efigie de una doncella y, poco a poco, la fue cincelando con tanto amor y devoción que hizo la más perfecta estatua que jamás hubo visto ojo humano.

Pigmalión le puso un lindo traje y una guirnalda de flores en la cabeza y le dio un apasionado beso, pero su tristeza era infinita porque se había enamorado de una simple escultura.

Venus, la diosa del amor, que lo observaba inmóvil frente a su obra, un día tuvo lástima de él. Pasó al lado de la estatua y, con un solo soplo, dio vida a tan magnífica belleza. La estatua se bajó de su pedestal y suavemente se acercó a Pigmalión, que no salía del asombro.

Así nació Galatea quién se convirtió en la esposa del artista y la madre de Phapos. Tan poderosa fue la expectativa de Pigmalión que sus deseos y su amor se convirtieron en realidad.