domingo, 13 de septiembre de 2009

Somos energía

Imagínate por un momento que, por las razones que sean, descubres que tienes un “superpoder” que consiste en convertir tus ojos en dos potentes microscopios que puedes regular a tu antojo y con una potencia infinita. No es difícil, ya que has visto muchas veces ampliaciones microscópicas, además, solo tendrás que usar este “superpoder” imaginariamente.

Bien, como es un nuevo descubrimiento que acabas de hacer, decides probar el alcance de tu “vista microscópica”. Entonces regulas levemente tu foco de visión aumentándolo un poco y te miras una mano. ¿Qué ves?

De pronto, todo pierde su carácter sólido. Lo que ves son infinidad de células en movimiento. Separas los dedos de tu mano y, como en un baile mágico, grupos de células con la perfecta forma de tu pulgar, tu índice, etc., se separan y la visión que tienes ante ti es la de una especie de enjambre de células perfectamente organizadas.

¿Quiere eso decir que, lo que yo, que carezco de tu “superpoder”, percibo no es la realidad? No exactamente. Lo que ocurre es que la apariencia de la realidad es diferente, según el plano desde donde se observa.

¿Es asombroso, no es cierto? Vamos a ampliar un poco más tus focos. Ahora ves que todo se ha convertido en una especie de cosmos vertiginoso, donde los átomos danzan en un espacio limitado por la forma de tu mano, de lo que sabes que es tu mano, pero que ya no ves como tal, sino como una multitud de puntitos en constante movimiento. ¿No es sorprendente? Pero aún lo es más si centras tu atención en los huecos de entre tus dedos… ¿Qué se ve un poco más allá? Enfoca… ¡Son más puntitos en movimiento, pero no pertenecen a tu mano… ¡Es la mesa que hay bajo la mano! Entonces, levantas la cabeza y te das cuenta de que vives en un mundo totalmente distinto del que te presentan tus sentidos habitualmente. Todo está formado por esos puntitos locos, perfectamente organizados. La mesa, la lámpara de sobremesa, la butaca donde estás sentado,… a duras penas consigues distinguir los diferentes volúmenes de puntitos de cada cosa, porque el aire también está plagado de ellos… Te das cuenta de que algunos de tus conceptos acaban de caer por su propio peso. Las cosas nos son como nuestros sentidos nos las presentan, cuando miramos o tocamos un objeto, lo percibimos como algo compacto, sin embargo, ahora estás viendo que es mayor el volumen de espacio vacío que hay entre las diferentes partículas, que el ocupado por la suma de estas.

Esta idea me trae un poco de cabeza. Realmente la mayor parte de nuestro cuerpo, así como de cualquier cosa o ser que nos rodea, es vacío… ¿curioso, no? Habrá que revisar un montón de prejuicios adquiridos.

Pero, sigamos, que nos queda poco para llegar al final, o habría que decir, al Principio. Un poco más de aumento y se produce el milagro, todo se unifica, absolutamente todo lo que nos rodea, incluido el aire, la luz, nosotros mismos y hasta nuestros pensamientos, todo se convierte en lo mismo, en pura energía y ya no hay formas ni separaciones, ya no distingues lo que somos de el resto, todo es lo mismo, pura energía y, si sales a la calle, ya no hay calle, ya no hay nada de lo que, supuestamente hay, es decir, si, está todo ahí, todo, pero no como lo percibimos a través de nuestros sentidos, desde este nuevo punto de vista, todo se confunde, tú, yo, los demás seres, las cosas, los planetas, el Sol, el espacio y todo el Universo. ¡Todo es lo mismo! Una única e inagotable fuente de energía. Llámale como quieras. Las distintas religiones le han puesto nombre, pero todas coinciden en una cosa: hemos sido creados a su imagen y semejanza, es decir, creador y creación son una misma cosa.

Somos el creador y nuestra vida es creación nuestra.

Somos energía y podemos modelar nuestras vidas, que también lo son, a voluntad.

No hay comentarios: