jueves, 23 de abril de 2009

Mind the gap

Cualquier persona que haya viajado en el metro de Londres, el famoso “tube”, habrá escuchado, mientras esperaba en el andén la llegada de su tren, las palabras “mind the gap… mind the gap….” repetidas por la megafonía de la estación.
Con este mensaje, (más o menos, "cuidado con el hueco", en español), previenen al público para que no caiga en el espacio que queda entre el tren y el andén.

Todos hemos oído, más de una vez, relatos en los que el dolor está causado por la imposibilidad de lograr algo: la correspondencia amorosa de otro, la adquisición de algo muy deseado, el mejor puesto en una competencia, el reconocimiento de otras personas, la habilidad para ejecutar un instrumento, el éxito económico o intelectual, la belleza física etc. La lista puede ser tan larga, como los deseos humanos.

Analizando la constitución de estos deseos, vemos que siempre están originados en aprendizajes sociales acerca de lo que es valioso o no en cada cultura. Aún en los deseos que están relacionados con los instintos básicos (sexuales, alimenticios, o de supervivencia), el objeto de satisfacción está revestido por los determinantes de la cultura y varía en cada momento histórico.
No nos atrae sexualmente cualquiera persona, no comemos cualquier cosa aunque sea alimenticia, no siempre elegimos lo mas conveniente para vivir muchos años.

Y estos gustos además cambian en los distintos tiempos del desarrollo de nuestra cultura.

Pero, la no satisfacción de los deseos, acentúa la posibilidad de caer en la frustración, con las consecuencias sabidas de sentimientos de tristeza, depresión, enojo, ansiedad,...

Cuando no nos damos cuenta que lo deseado es algo que aprendimos a desear, que el objeto de nuestro deseo es arbitrario y además exageramos sus cualidades, lo alejamos de nosotros, instalamos una de las marcas que va a establecer el hueco.

Habitualmente, la idealización de un tipo de pareja, el obtener el primer puesto en una competición, conseguir el 100% de los votos en unas elecciones, disfrutar de una posición económica privilegiada, aparecen como parámetros necesarios para lograr la felicidad. Y eso establece la primera marca de nuestro hueco.

Pero, más habitualmente aún, se exagera de tal manera el objetivo, que se restringen las posibilidades de alcanzarlo.

Además, podemos agrandar el hueco si exageramos la otra marca, el punto de partida, es decir, si tenemos una imagen desvalorizada de nosotros mismos.

Si veo lejano el objetivo, porque lo he previamente idealizado y a la vez me veo pequeño, porque minusvaloro la imagen de mí mismo, el hueco es tan grande que el salto para salvarlo parece imposible.

Sin embargo, ambas marcas en el hueco son construcciones que hacemos con mecanismos psicológicos, en la mayoría de los casos, aprendidos.

Por lo tanto, podemos cambiar las sensaciones frustrantes y deprimentes, que nos produce el hueco, ya que las dos marcas que lo constituyen no son reales, sino parámetros construidos y aceptados por nosotros mismos.

El hueco cambia inmediatamente si cuestionamos sus marcas.

Primera marca: ¿Quién, dijo que tenemos que ser tan fantásticos para logar algo?

Segunda marca: ¿De dónde he sacado la idea de que soy un desastre?

Si pensamos que deberíamos volar, pero que, en lugar de hacerlo, nos arrastramos, sólo podemos deprimirnos. Sin embargo, alguien nos puede ayudar a darnos cuenta de que ni volamos, ni nos arrastramos, sino que simplemente caminamos, eso nos haría bien. Y ese alguien, por suerte para nosotros, somos nosotros mismos.

Hace tiempo me reí mucho con un chiste, que apenas hace reír a nadie:

Un hombre le pregunta a otro: “Oiga, ¿es Ud. bajito?

A lo que el otro, le responde: “No, es que estoy lejos”

Revisando los parámetros con que establecemos huecos en las distintas circunstancias de nuestra vida, podemos transformar metas que antes pensábamos inalcanzables en logros posibles, podemos descubrir que simplemente, solo con nuestro paso, vamos a conseguir cruzar el hueco.

Lograr la felicidad no es un salto imposible.

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