domingo, 12 de abril de 2009

El niño con mal carácter

Hoy os dejo una pequeña fábula que leí hace años y de la que ignoro su autoría. Nos enseña que es sumamente importante que controlemos nuestras palabras, al igual que nuestros pensamientos, porque no somos conscientes del impacto que ello puede tener en nuestras vidas o en las de los demás.

Había una vez un niño con muy mal carácter, siempre estaba enojado y era raro verlo sonreír, ya que siempre estaba de mal talante.

Su padre le dio una bolsa llena de clavos y le dijo que clavara uno en la cerca del jardín cada vez que, por alguna razón, perdiera la paciencia y se disgustara con alguien.

El primer día clavó 37 clavos.

Pero con el transcurso de las semanas, aprendió a controlarse y el número de clavos incrustados en la cerca disminuyó día tras día: Había descubierto que era más fácil controlarse que clavar clavos en la cerca.

Semanas después fue a ver a su padre y le dijo que durante todo ese día no había tenido que clavar ni un solo clavo.

Su padre le dijo entonces que, a partir de ese momento, quitara un clavo de la cerca por cada día que pasara sin que perdiera la paciencia.

Los días pasaron y finalmente el niño pudo decirle a su padre que había arrancado todos los clavos de la valla.

El padre condujo a su hijo a la cerca y le dijo:

"Hijo mío, te has comportado bien, pero mira todos los agujeros que hay en la cerca. Esta valla jamás volverá a ser como antes. Cuando te peleas con alguien y le dices algo que le hiere o le maltrata, le causas una herida como ésta."

"Puedes clavar un cuchillo en un hombre y después retirarlo, pero quedará siempre una herida. Sin importar cuantas veces te disculpes, la cicatriz permanecerá."

Una herida verbal hace tanto daño como una herida física.

"Uno no vive de lo que come, sino solamente de lo que digiere. Principio tan cierto para el cuerpo, como para el espíritu." Benjamín Franklin.

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